Jóvenes, arquitectas y artistas
Por Pablo Agustín Cuezzo,El Cronista Comercial, Suplemento de Arquitectura
No caben dudas sobre la estrecha relación que guardan dos disciplinas tan afines como la plástica y la arquitectura. Ejemplos como el de Le Corbusier o el local Clorindo Testa aseguran con su obra que el arte de diseñar espacios no dista mucho de la estética de la pintura. Y a sea con un lápiz o un pincel en mano puede sucederse el fenómeno de la creación. Por lo menos eso se desprende de una charla con tres jóvenes pintoras y arquitectas: Silvia Alvarez, Rita Simoni y Dora Rud, quienes afirman mantener un estrecho vínculo con el arte pictórico y la arquitectura, y que en ambos casos están entrelazados. “La pasión con que proyecto y materializo mis obras es similar en unas y otras –afirma Silvia Alvarez-, aunque trabaje con materiales, colores, texturas, espacios y condiciones diferentes. Así, en algunas ocasiones, recurro a ladrillos u hormigón y en otros casos, papel, crayones o telas.” Y es así como con la charla se despierta el entusiasmo: “La técnica aislada no sirva para nada”, dice Rita Simoni y prosigue: “Una pintura, un dibujo, o una obra arquitectónica, pueden despertar la sensibilidad, la emoción, es cuestionamiento, la diversión o el goce.
Esto es muy importante en una época en que se acostumbra usar cerraduras”. ¿Pero cómo es el proceso creativo? ¿Se acercan los temas de una ciudad al arte? Quedan flotando las preguntas. Luego de un silencio, que sirve para la reflexión, es Dora Rud la que arriesga una respuesta: “En mi caso, dibujo con la obsesión del contraste entre lo cotidiano de las veredas, los balcones, las baldosas y loa atípico de lo excepcional o monumental. Dibujo la sombra y la luz, la masa y el vacío”.
Luego surge el tema de la imaginación en las obras, ya sean construidas o dibujadas con crayones, se habla también de las maravillosas posibilidades de una escala cromática, de contrastes, de paisajes y recuerdos.
“Hay espacios, climas, sensaciones que van quedando en mi memoria y surgen luego transformados, entrelazados”, apunta Silvia Alvarez.
“Hay un tiempo para todo –concluye Dora Rud-. Un tiempo para observar las imágenes, los colores, para percibir los sonidos, y para respirar la atmósfera.”